El principio de un
pescador es conducido por motivaciones básicas de curiosidad, poder frente a su
presa y ese deseo primitivo de buscar con nuestras propias manos la comida.
Este conjunto de motivaciones marcan el
inicio del recorrido de la vida de un pescador el cual aun la pasión por la
pesca no ha sido descubierta.
Con el pasar del
tiempo y de esas horas dedicadas a estar pescando, esa pasión que nombraba
antes nos invade por completo y la captura de un pez se convierte en una
obsesión tan fuerte que nos hace adicto y no nos permite disfrutar a plenitud
esa pasión que ya nos atrapo.
Y siguen pasando
las horas, ya el momento de comprender, ya has saciado esa obsesión por la
captura. Esas motivaciones van cambiando, van apareciendo todas las sensaciones
que te venias perdiendo por la obsesiva captura.
Estabas tan
focalizado en la captura que no disfrutaba de todas las etapas que comprende la
pesca en sí y sus distintas etapas.
Organizando el
viaje no te permites vivir esa emoción de con calma preparar tus aparejos de
pesca por culpa de ese gran pez que ya se adueña de tu mente.
No disfrutamos el
montaje del campamento por la rapidez en hacerlo para ir tras esa captura que
no sabemos si lograremos.
Perdemos esos
cuentos o anécdotas de un compañero de pesca, de ese momento de sinceridad, de
ese trago que solo sabe así cuando estamos pescando, de ver en el rostro de un
ser cuando logra una captura. Pero sobre todas cosas ese contacto con lo
natural, con lo divino, que nos saca de una vida rutinaria y no vemos los
mensajes de la naturaleza.
Cuando logramos
curarnos de esa obsesión, disfrutaremos a plenitud de esa pasión por la pesca y
entenderemos que la pesca va más allá de capturar un pez.
Y la frase de Mel
Krieger “Que ningún pez interrumpa mi
pesca” tendrá el sentido que se merece.
Entonces podemos
decir que el mejor pescador no es aquel que logra muchas capturas sino el que
logra disfrutar la pesca a plenitud.
Daniel González
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